Jesús anuncia su muerte
21Jesús les mandó que de ninguna manera se lo dijeran a nadie.
22También les dijo: «Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que muera y resucite al tercer día.»
23Y a todos les decía: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará.
25Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo?
26Porque si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.
27Pero en verdad les digo, que algunos de los que están aquí no morirán hasta que vean el reino de Dios.»
La transfiguración
28Como ocho días después de que Jesús dijo esto, subió al monte a orar, y se llevó con él a Pedro, Juan y Jacobo.
29Y mientras oraba, cambió la apariencia de su rostro, y su vestido se hizo blanco y resplandeciente.
30Aparecieron entonces dos hombres, y conversaban con él. Eran Moisés y Elías,
31que rodeados de gloria hablaban de la partida de Jesús, la cual se iba a cumplir en Jerusalén.
32Pedro y los que estaban con él tenían mucho sueño pero, como se quedaron despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
33Mientras estos se alejaban de Jesús, Pedro dijo: «Maestro, ¡qué bueno es para nosotros estar aquí! Vamos a hacer tres cobertizos; uno para ti, otro para Moisés, y otro para Elías.» Pero no sabía lo que decía.
34Y mientras decía esto, una nube los cubrió, y tuvieron miedo de entrar en la nube.
35Entonces, desde la nube se oyó una voz que decía: «Este es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!»
36Cuando la voz cesó, Jesús se encontraba solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y, durante aquellos días, no le dijeron a nadie lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
37Al día siguiente, cuando bajaron del monte, una gran multitud les salió al encuentro,
38y con fuerte voz un hombre de la multitud le dijo: «Maestro, te ruego que veas a mi hijo. ¡Es el único hijo que tengo!
39Sucede que un espíritu se apodera de él, y de repente lo sacude con violencia, y lo hace gritar y echar espuma por la boca. Cuando lo atormenta, a duras penas lo deja tranquilo.
40Yo les pedí a tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no pudieron.»
41Jesús dijo entonces: «¡Ay, gente incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? ¡Trae acá a tu hijo!»
42Mientras el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia, pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre.
43Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
Jesús anuncia otra vez su muerte
Entre el asombro que causaba todo lo que Jesús hacía, dijo él a sus discípulos: