Jesús ora en Getsemaní
32Al llegar a un lugar llamado Getsemaní, Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy a orar.»
33Se llevó consigo a Pedro, Jacobo y Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse.
34Les dijo: «Siento en el alma una tristeza de muerte. Quédense aquí, y manténganse despiertos.»
35Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento.
36Decía: «¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»
37Volvió luego a donde estaban sus discípulos, y los encontró dormidos. Entonces le dijo a Pedro: «¿Duermes, Simón? ¿No has podido mantenerte despierto ni una hora?
38Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
39Una vez más se retiró para orar, y repitió la misma oración.
40Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque los ojos de ellos se les cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
41Cuando volvió la tercera vez, les dijo: «Sigan durmiendo y descansando. ¡Ya basta! La hora ha llegado. ¡Miren al Hijo del Hombre, que es entregado en manos de los pecadores!
42¡Vamos, levántense, que ya se acerca el que me traiciona!»
Arresto de Jesús
43De pronto, mientras Jesús estaba hablando, llegó Judas, que era uno de los doce. Con él venía mucha gente armada con espadas y palos, y enviada por los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos.
44El que lo estaba traicionando les había dado esta contraseña: «Al que yo le dé un beso, ese es. ¡Arréstenlo, y llévenselo bien asegurado!»
45Cuando Judas llegó, se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro!» Y le dio un beso.
46Aquellos hombres le echaron mano y lo arrestaron.
47Pero uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
48Jesús les dijo: «¿Han venido a arrestarme con espadas y palos, como si fuera yo un ladrón?
49Todos los días estuve con ustedes enseñando en el templo, y no me aprehendieron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.»
50Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
El joven que huyó
51Cierto joven seguía a Jesús, cubierto con solo una sábana. Cuando lo aprehendieron,
52el joven dejó la sábana y huyó desnudo.
Jesús ante el concilio
53Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote, y se reunieron todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54Pedro lo siguió de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote. Allí se quedó, sentado con los alguaciles y calentándose junto al fuego.
55Los principales sacerdotes y todo el tribunal buscaban alguna prueba contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no la encontraban.
56Muchos presentaban falsos testimonios contra él, pero sus testimonios no concordaban.
57Entonces algunos se levantaron y presentaron un falso testimonio contra él. Dijeron:
58«Nosotros le hemos oído decir: “Yo derribaré este templo hecho por la mano del hombre, y en tres días levantaré otro sin la intervención humana.”»
59Pero ni aun así se ponían de acuerdo en sus testimonios.
60El sumo sacerdote se paró en medio del tribunal y le preguntó a Jesús: «¿No vas a responder? ¡Mira lo que estos dicen contra ti!»
61Pero Jesús guardó silencio, y no contestó nada, así que el sumo sacerdote le volvió a preguntar: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
62Jesús le respondió: «Yo soy. Y ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poderoso, y venir en las nubes del cielo.»
63El sumo sacerdote se rasgó entonces sus vestiduras, y dijo: «¿Qué necesidad tenemos de más testigos?
64¡Ustedes han oído la blasfemia! ¿Qué les parece?» Y todos ellos lo condenaron y declararon que merecía la muerte.
65Algunos comenzaron a escupirlo, y mientras le cubrían el rostro y le daban de puñetazos, le decían: «¡Profetiza!» Y también los alguaciles le daban de bofetadas.
Pedro niega a Jesús
66Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las criadas del sumo sacerdote
67y, al ver a Pedro calentándose junto al fuego, le dijo: «¡También tú estabas con Jesús el nazareno!»
68Pero Pedro lo negó, y dijo: «No lo conozco, ni sé de qué hablas.» Y se dirigió a la entrada. En ese momento cantó el gallo.
69Pero la criada volvió a verlo, y comenzó a decir a los que estaban allí: «¡Este es uno de ellos!»
70Pedro volvió a negarlo. Pero poco después los que estaban allí volvieron a decirle: «La verdad es que eres uno de ellos, pues eres galileo.»
71Pedro comenzó entonces a maldecir y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre, del que ustedes hablan!»
72En ese mismo instante el gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres veces.» Y al pensar en esto, se echó a llorar.