Sociedad Biblica Argentina

Miércoles 12 de marzo: Romanos 9:1-33

Texto(s) de la Biblia

Romanos 9

La elección de Israel

1Digo la verdad en Cristo, no miento. Mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo:

2tengo una gran tristeza y un continuo dolor en mi corazón.

3Porque desearía ser yo mismo maldecido y separado de Cristo, por amor a mis hermanos, por los de mi propia raza,

4que son israelitas. De ellos son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas.

5De ellos son los patriarcas, y de ellos, desde el punto de vista humano, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas. ¡Bendito sea por siempre! Amén.

6Ahora bien, no estoy diciendo que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de Israel son israelitas;

7ni todos los descendientes de Abrahán son verdaderamente sus hijos, pues dice: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.»

8Esto significa que los hijos de Dios no son los descendientes naturales, sino aquellos que son considerados descendientes según la promesa.

9La promesa dice así: «Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.»

10Y no solo esto. También sucedió cuando Rebeca concibió de un solo hombre, de nuestro antepasado Isaac,

11aunque sus hijos todavía no habían nacido ni habían hecho algo bueno o malo; y para confirmar que el propósito de Dios no está basado en las obras sino en el que llama,

12se le dijo: «El mayor servirá al menor.»

13Como está escrito: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.»

14Entonces, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ninguna manera!

15Porque Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia del que yo quiera, y me compadeceré del que yo quiera.»

16Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga misericordia.

17Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.»

18De manera que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla y endurece a quien él quiere endurecer.

19Entonces me dirás: ¿Por qué Dios todavía nos echa la culpa? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?

20Pero tú, hombre, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Acaso el vaso de barro le dirá al que lo formó por qué lo hizo así?

21¿Qué, no tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra?

22¿Y qué si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira que estaban preparados para destrucción?

23¿Y qué si, para dar a conocer las riquezas de su gloria, se las mostró a los vasos de misericordia que él de antemano preparó para esa gloria?

24Esos somos nosotros, a quienes Dios llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los no judíos.

25Como también se dice en Oseas:

«Llamaré “pueblo mío” al que no era mi pueblo,

y llamaré “amada mía” a la que no era mi amada.

26Y en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”,

allí serán llamados “hijos del Dios viviente”.»

27También Isaías clama, en referencia a Israel: «Aunque los descendientes de Israel sean tan numerosos como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo;

28porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra con justicia y prontitud.»

29Y como antes dijo Isaías:

«Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,

ya seríamos como Sodoma, y nos pareceríamos a Gomorra.»

La justicia que es por fe

30Entonces, ¿qué diremos? Que los no judíos, que no buscaban la justicia, la han alcanzado; es decir, la justicia que viene por medio de la fe.

31Pero Israel, que buscaba una ley de justicia, no la alcanzó.

32¿Por qué? Porque no la buscaba a partir de la fe, sino a partir de las obras de la ley; y tropezaron en la piedra de tropiezo,

33como está escrito:

«Yo pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca de caída;

pero el que crea en él, no será avergonzado.»

Nuestro anhelo

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