Sociedad Biblica Argentina

Jueves 17 de julio: Lucas 8:26-56

Texto(s) de la Biblia

San Lucas 8

El endemoniado geraseno

26Después arribaron a la tierra de los gerasenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.

27Cuando él llegó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba endemoniado. Hacía mucho tiempo que no se vestía ni vivía en una casa, sino en los sepulcros.

28Cuando el endemoniado vio a Jesús, se arrodilló delante de él, lanzó un fuerte grito, y le dijo: «Jesús, Hijo del Dios altísimo, ¿qué tienes que ver conmigo? ¡Te ruego que no me atormentes!»

29(Y es que Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él. Aunque lo ataban con cadenas y grilletes, él rompía las cadenas y el demonio lo llevaba a lugares apartados.)

30Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Y él respondió: «Legión.» Porque eran muchos los demonios que habían entrado en él,

31y le rogaban a Jesús que no los mandara al abismo.

32Como allí había un gran hato de cerdos que pacían en el monte, los demonios le rogaron a Jesús que los dejara entrar en ellos; y él les dio permiso.

33Una vez fuera del hombre, los demonios entraron en los cerdos, y estos se lanzaron al lago por un despeñadero, y allí se ahogaron.

34Cuando los que apacentaban los cerdos vieron lo sucedido, huyeron y fueron a contar todo esto en la ciudad y por los campos.

35La gente salió a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, se encontraron con que el hombre, de quien habían salido los demonios, estaba sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio. Y tuvieron miedo.

36Los que habían visto todo esto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

37Entonces toda la gente de la región de los gerasenos le rogó a Jesús que se alejara de ellos, pues tenían mucho miedo. Así que Jesús entró en la barca y se fue.

38El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él, pero Jesús lo despidió y le dijo:

39«Vuelve a tu casa, y cuenta allí todo lo que Dios ha hecho contigo.» Entonces el hombre se fue y contó por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

40Cuando Jesús regresó, la multitud lo recibió con alegría, pues todos lo estaban esperando.

41Llegó entonces un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Este hombre se arrojó a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa,

42pues su única hija, que tenía como doce años, se estaba muriendo.

Mientras Jesús se dirigía a la casa de Jairo, la multitud lo apretujaba.

43Una mujer, que hacía doce años padecía de hemorragias y había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno hubiera podido curarla,

44se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Al instante, su hemorragia se detuvo.

45Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Todos negaban haberlo tocado, así que Pedro y los que estaban con él le dijeron: «Maestro, son muchos los que te aprietan y te oprimen.»

46Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado. Yo sé bien que de mí ha salido poder.»

47Cuando la mujer se vio descubierta, se acercó temblorosa y se arrojó a los pies de Jesús, y delante de todo el pueblo le contó por qué lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

48Entonces Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz.»

49Mientras Jesús hablaba, alguien de la casa del jefe de la sinagoga llegó a decirle: «Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.»

50Cuando Jesús oyó esto, le dijo: «No temas. Solo debes creer, y tu hija será sanada.»

51Jesús entró en la casa y no dejó que nadie entrara con él, excepto Pedro, Jacobo y Juan, y los padres de la niña.

52Todos estaban llorando y se lamentaban por ella. Pero él les dijo: «No lloren, que no está muerta, sino dormida.»

53La gente se burlaba de él, pues sabían que la niña estaba muerta;

54pero él la tomó de la mano, y con fuerte voz le dijo: «Niña, ¡levántate!»

55La niña volvió a la vida, y enseguida se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer.

56Sus padres estaban atónitos, pero Jesús les mandó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.

San Lucas 8:26-56RVRCAbrir en el lector de la Biblia

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