Tristeza de los judíos a causa del edicto
1Cuando Mardoqueo supo lo que había pasado, se rasgó la ropa en señal de dolor, se vistió con ropas ásperas, se echó ceniza sobre la cabeza, y empezó a recorrer las calles de la ciudad gritando: «¡Una nación inocente va a ser exterminada!» 2Así llegó hasta la entrada del palacio real, y allí se detuvo, pues no se permitía que nadie entrara vestido de tal manera y cubierto de ceniza. 3También en cada provincia adonde llegaba el edicto, los judíos manifestaban con gritos su tristeza y aflicción, y se acostaban sobre la ceniza y se vestían con ropas ásperas.
La intervención de Ester
4Las criadas que estaban al servicio de Ester y los hombres que formaban su guardia personal, le comunicaron lo que estaba sucediendo. La reina, al oírlo, se llenó de angustia y envió ropa a Mardoqueo para que se cambiara las ropas ásperas que llevaba puestas, pero él no quiso aceptarla. 5Ester llamó entonces a Acrateo, que era de su guardia personal, y le ordenó que fuera de parte de ella a ver a Mardoqueo y averiguara exactamente lo que estaba sucediendo. 7Mardoqueo lo puso al corriente de lo que pasaba, y le habló de los trescientos treinta mil kilos de plata que Amam había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fueran exterminados. 8También le entregó una copia del decreto de exterminación publicado en Susa, para que se la diera a Ester. Además, le recomendaba a Ester que hablara personalmente con el rey y le suplicara que interviniera en favor de su pueblo;] 8aque se acordara de cuando vivía humildemente bajo el cuidado de Mardoqueo, y que supiera que Amam, quien ocupaba el segundo lugar después del rey, había hablado a este contra los judíos y quería matarlos. Igualmente le encargó que invocara al Señor y que hablara al rey en favor de los judíos y los salvara de la muerte.
[ 9Acrateo volvió y le contó esto mismo a Ester. 10Ella le contestó: «Pues ve a ver a Mardoqueo y dile: 11“Todas las naciones del reino saben que todo hombre o mujer que entre en el patio interior del palacio sin que el rey lo haya llamado, no tiene salvación, a no ser que el rey tienda su cetro de oro hacia esa persona en señal de clemencia, y le salve así la vida. Por lo que a mí toca, hace ya treinta días que no he sido llamada por el rey.”»
12Cuando Acrateo le comunicó a Mardoqueo la respuesta de Ester, 13Mardoqueo le dijo: «Ve y dile: “No creas, Ester, que por estar tú en el palacio real, vas a ser la única judía que se salve. 14Si ahora callas y no dices nada, la liberación y la ayuda a los judíos vendrán de otra parte, pero tú y la familia de tu padre morirán. ¡A lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!”»
15Ester encargó entonces al mensajero que llevara a Mardoqueo esta respuesta: 16«Ve y reúne a todos los judíos de Susa, y ayunen por mí; no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten.»
Oración de Mardoqueo
17Mardoqueo fue y cumplió todas las indicaciones de Ester,] 17ay recordando todas las obras del Señor, oró de esta manera:
17b«Señor, Señor, Rey que tienes poder sobre todas las cosas, porque todo está bajo tu dominio: no hay nadie que pueda oponerse a ti, si es tu voluntad salvar a Israel. 17cTú hiciste el cielo y la tierra y todas las maravillas que existen bajo el cielo; tú, Señor, eres Señor de todos, y no hay nadie que pueda oponerse a ti. 17dTú lo sabes todo, y sabes que si no me arrodillé delante del orgulloso Amam, no fue por soberbia, orgullo o ambición; tú sabes que, por la salvación de Israel, estaría dispuesto hasta a besarle las plantas de los pies. 17eSi no lo hice, fue para no poner el honor de un hombre por encima del honor de Dios. Yo no me arrodillaré delante de ningún otro fuera de ti, Señor; y si actúo así, no es por orgullo. 17f¡Ahora pues, Señor, Dios y Rey, Dios de Abraham, no castigues a tu pueblo! Nuestros enemigos quieren destruirnos, quieren exterminar al pueblo que desde el principio ha sido tuyo. 17g¡No te desentiendas de tu propiedad, a la que libraste del país de Egipto para que fuera tuya! 17hEscucha mi súplica, Señor; mira con bondad a Israel, que es tu propiedad, y convierte nuestro luto en alegría, para que viviendo podamos cantar a tu nombre. ¡No hagas callar los labios que te alaban!»
17iDe igual manera, todos los israelitas clamaron a Dios con todas sus fuerzas, porque veían cercana su muerte.
Oración de Ester
17jTambién la reina Ester, dominada por una angustia mortal, recurrió al Señor. Se quitó sus vestidos lujosos, y se puso ropa de luto y tristeza; en lugar de finos perfumes, se cubrió la cabeza de ceniza y basura; maltrató mucho su cuerpo y, en vez de llevar sus alegres adornos, se dejó los cabellos sueltos y despeinados. Luego oró al Señor, el Dios de Israel, diciendo:
17k«¡Señor mío, Rey de todos nosotros, tú eres único! Ayúdame, pues estoy sola; fuera de ti, no tengo a nadie que me ayude; estoy en gran peligro. 17lEn mi niñez, estando con la gente de la tribu de mi padre, oía decir que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros patriarcas entre todos los antepasados, para que fueran tu propiedad eterna, y que les cumpliste todo lo que les habías prometido. 17mPero nosotros pecamos contra ti, y tú nos entregaste en poder de nuestros enemigos, porque dimos culto a sus dioses. Tú eres justo, Señor. 17nPero nuestros enemigos no se contentaron con someternos a amarga esclavitud, sino que delante de sus dioses han jurado impedir que se cumplan tus promesas, y exterminar a tu propiedad haciendo callar los labios que te alaban, y acabar con el esplendor de tu templo y de tu altar. 17ñAsí podrían los paganos celebrar el poder de ídolos que no tienen ningún valor, y honrar eternamente a un rey de carne y hueso. 17o¡No renuncies, Señor, a tu poder soberano en favor de dioses que no son nada! No dejes que los demás se rían al ver nuestra ruina. Haz que sus planes se vuelvan contra ellos mismos, y da un castigo ejemplar al hombre que inició este plan contra nosotros. 17p¡Acuérdate, Señor! ¡Date a conocer en este momento de aflicción para nosotros, y dame valor, Rey de los dioses, Señor todopoderoso!
17q»Ayúdame a encontrar las palabras apropiadas cuando me enfrente al león. Haz que su odio hacia nosotros se convierta en odio hacia nuestro enemigo, y sean así exterminados él y todos los que piensan como él. 17rA nosotros, en cambio, sálvanos con tu poder; y a mí, que estoy sola, ayúdame, pues no tengo a nadie más fuera de ti, Señor.
17s»Tú lo sabes todo; tú sabes que aborrezco los honores de parte de los malvados, y que detesto ser esposa de un pagano y extranjero. 17tTú conoces la difícil situación en que me encuentro. Tú sabes que detesto la insignia de reina que llevo en la cabeza cuando me presento en público; la detesto como un paño manchado de sangre impura, y cuando estoy sola nunca me la pongo. 17uYo, tu sierva, nunca he comido en la mesa de Amam, ni he apreciado los banquetes del rey, ni he tomado del vino que ofrece a sus dioses. 17vDesde que me trajeron aquí hasta ahora, nunca he sentido alegría en otro fuera de ti, Señor, Dios de Abraham. 17wTú, oh Dios, que tienes poder sobre todos, escucha las súplicas de los que están sin esperanza, y líbranos del poder de los malvados; y a mí, líbrame del peligro que temo.»