Premio o castigo, tú lo decides
1El que es egoísta
solo piensa en sí mismo
y no acepta ningún consejo.
2Al tonto no le interesa aprender,
sino mostrar lo poco que sabe.
3La maldad nunca llega sola;
viene siempre acompañada
de vergüenza y desprecio.
4Las palabras del sabio
son fuente de sabiduría.
5¡Qué malo es
declarar inocente al malvado
y no hacerle justicia al inocente!
6Cuando el tonto abre la boca,
causa discusiones y pleitos.
7Cuando el necio abre la boca,
pone su vida en peligro.
8¡Qué sabrosos son los chismes,
pero cuánto daño causan!
9El vago y el destructor,
¡hasta parecen hermanos!
10Dios es como una alta torre;
hacia él corren los buenos
para ponerse a salvo.
11El rico cree estar protegido,
piensa que sus riquezas
son como una ciudad con murallas
donde nadie puede hacerle daño.
12El orgullo acaba en fracaso;
la honra comienza con la humildad.
13Es muy tonto y vergonzoso
responder antes de escuchar.
14Con ánimo se alivia al enfermo,
pero no a quien está deprimido.
15El que es sabio e inteligente
presta atención y aprende más.
16Con un regalo generoso
todo el mundo te recibe;
¡hasta la gente más importante
te abre sus puertas!
17El primero en defenderse
alega ser inocente,
pero llegan los testigos
y afirman lo contrario.
18Los pleitos más difíciles
hay que ponerlos en manos de Dios.
19Es más fácil derribar un muro
que calmar al amigo ofendido.
20Cada uno recibe por sus palabras
su premio o su castigo.
21La lengua tiene poder
para dar vida y para quitarla;
los que no paran de hablar
sufren las consecuencias.
22Si ya tienes esposa,
ya tienes lo mejor:
¡Dios te ha demostrado su amor!
23El pobre suplica;
el rico insulta.
24Con ciertos amigos,
no hacen falta enemigos,
pero hay otros amigos
que valen más que un hermano.