El hombre con muchos espíritus malos
1Jesús y sus discípulos cruzaron el Lago de Galilea y llegaron a un lugar cerca del pueblo de Gerasa. 2-6Allí había un cementerio, donde vivía un hombre que tenía un espíritu malo. Nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. ¡Cuántas veces lo habían encadenado y le habían sujetado los pies con gruesos aros de hierro! Pero él rompía las cadenas y despedazaba los aros. ¡Nadie podía con su terrible fuerza! Día y noche andaba en el cementerio y por los cerros, dando gritos y lastimándose con piedras.
En el momento en que Jesús bajaba de la barca, el hombre salía del cementerio, y al ver a Jesús a lo lejos, corrió y se puso de rodillas delante de él.
7-8Jesús ordenó al espíritu malo:
—¡Espíritu malo, sal de este hombre!
Entonces el espíritu malo le contestó a gritos:
—¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? ¡No me hagas sufrir! ¡Por Dios, te pido que no me hagas sufrir!
9Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Él respondió:
—Me llamo Ejército, porque somos muchos los malos espíritus que estamos dentro de este hombre. 10Por favor, te ruego que no nos mandes a otra parte.
11En una colina, cerca de donde estaban, había unos dos mil cerdos comiendo. 12Entonces los malos espíritus le rogaron a Jesús:
—¡Déjanos entrar en esos cerdos!
13Jesús les dio permiso, y ellos salieron del hombre y entraron en los cerdos. Los animales echaron a correr cuesta abajo, hasta que cayeron en el lago y se ahogaron.
14Los que cuidaban los cerdos corrieron al pueblo y contaron a todos lo sucedido. La gente fue a ver lo que había pasado. 15Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron al hombre que antes estaba endemoniado, y lo encontraron sentado, vestido y portándose normalmente. Los que estaban allí temblaban de miedo.
16Las personas que vieron cómo Jesús había sanado a aquel hombre empezaron a contárselo a todo el mundo. 17Pero la gente le pidió a Jesús que se fuera a otro lugar.
18Cuando Jesús estaba subiendo a la barca, el hombre que ahora estaba sano le rogó que lo dejara ir con él. 19Pero Jesús le dijo:
—Vuelve a tu casa y cuéntales a tu familia y a tus amigos todo lo que Dios ha hecho por ti, y lo bueno que ha sido contigo.
20El hombre se fue, y en todos los pueblos de la región de Decápolis contaba lo que Jesús había hecho por él. La gente escuchaba y se quedaba asombrada.
Una niña muerta y una mujer enferma
21Jesús llegó en la barca al otro lado del lago, y se quedó en la orilla porque mucha gente se juntó a su alrededor.
22En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga. Cuando Jairo vio a Jesús, se inclinó hasta el suelo 23y le rogó:
—Mi hijita está a punto de morir. ¡Por favor, venga usted a mi casa y ponga sus manos sobre ella, para que se sane y pueda vivir!
24Jesús se fue con Jairo. Mucha gente se juntó alrededor de Jesús y lo acompañó. 25Entre la gente, iba una mujer que había estado enferma durante doce años. Perdía mucha sangre, 26y había gastado en médicos todo el dinero que tenía, pero ellos no habían podido sanarla. Al contrario, le habían hecho sufrir mucho, y cada día se ponía más enferma.
27-28La mujer había oído hablar de Jesús, y pensaba: «Si tan solo pudiera tocar su ropa, quedaría sana.» Por eso, cuando la mujer vio a Jesús, se abrió paso entre la gente, se le acercó por detrás y le tocó la ropa. 29Inmediatamente la mujer dejó de sangrar, y supo que ya estaba sana.
30Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Entonces miró a la gente y preguntó:
—¿Quién me tocó la ropa?
31Sus discípulos le respondieron:
—¡Mira cómo se amontona la gente sobre ti! ¿Y todavía preguntas quién te tocó la ropa?
32Pero Jesús miraba y miraba a la gente para descubrir quién lo había tocado. 33La mujer, sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y temblando de miedo le dijo toda la verdad.
34Jesús le dijo:
—Hija, has sido sanada porque confiaste en Dios. Vete tranquila.
35Jesús no había terminado de hablar cuando llegaron unas personas desde la casa de Jairo, y le dijeron:
—¡Su hija ha muerto! ¿Para qué molestar más al Maestro?
36Jesús no hizo caso de lo que ellos dijeron, sino que le dijo a Jairo:
—No tengas miedo, solamente confía.
37Y solo permitió que lo acompañaran Pedro y los dos hermanos Santiago y Juan. 38Cuando llegaron a la casa de Jairo, vieron que la gente lloraba y gritaba y hacía mucho alboroto. 39Entonces Jesús entró en la casa y les dijo:
—¿Por qué lloran y hacen tanto escándalo? La niña no está muerta, solo está dormida.
40La gente se burló de Jesús. Entonces él hizo que todos salieran de allí. Luego entró en el cuarto donde estaba la niña, junto con el padre y la madre de ella y tres de sus discípulos. 41Tomó de la mano a la niña y le dijo en idioma arameo:
—¡Talitá, cum!
Eso quiere decir: «Niña, levántate.» 42La niña, que tenía doce años, se levantó en ese mismo instante y comenzó a caminar. Cuando la gente la vio, se quedó muy asombrada.
43Pero Jesús ordenó que no le contaran a nadie lo que había pasado, y después mandó que le dieran de comer a la niña.