Jesús cumple su promesa
1El día de la fiesta de Pentecostés, los seguidores de Jesús estaban reunidos en un mismo lugar. 2De pronto, oyeron un ruido muy fuerte que venía del cielo. Parecía el estruendo de una tormenta, y retumbó por todo el salón. 3Luego vieron que algo parecido a llamas de fuego se colocaba sobre cada uno de ellos. 4Fue así como el Espíritu Santo los llenó de poder a todos ellos, y enseguida empezaron a hablar en otros idiomas. Cada uno hablaba según lo que el Espíritu Santo le indicaba.
5En aquel tiempo, muchos judíos que amaban a Dios estaban de visita en Jerusalén. Habían llegado de todas las regiones del Imperio Romano. 6Al oír el ruido, muchos de ellos se acercaron al salón, y se sorprendieron de que podían entender lo que decían los seguidores de Jesús. 7Estaban tan admirados que se decían unos a otros:
«Pero estos que están hablando, ¿acaso no son de la región de Galilea? 8¿Cómo es que los oímos hablar en nuestro propio idioma? 9Los que estamos aquí somos de diferentes países. Algunos somos de Partia, Media y Elam. Otros vinimos de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, 10Frigia, Panfilia y Egipto, y de las regiones de Libia cercanas al pueblo de Cirene. Muchos han venido de Roma, otros han viajado desde la isla de Creta y desde la península de Arabia. 11-12Algunos somos judíos de nacimiento, y otros nos hemos convertido a la religión judía. ¡Es increíble que los oigamos hablar, en nuestro propio idioma, de las maravillas de Dios!»
Y no salían de su asombro, ni dejaban de preguntarse: «¿Y esto qué significa?»
13Pero algunos comenzaron a burlarse de los apóstoles, y los acusaban de estar borrachos. 14Pero los apóstoles se pusieron de pie, y con fuerte voz Pedro dijo:
«Israelitas y habitantes de Jerusalén, escuchen bien lo que les voy a decir. 15Se equivocan si creen que estamos borrachos. ¡Apenas son las nueve de la mañana! 16Lo que pasa es que hoy Dios ha cumplido lo que nos prometió, cuando por medio del profeta Joel dijo:
17“En los últimos tiempos
les daré a todos de mi Espíritu:
hombres y mujeres hablarán de parte mía;
a los jóvenes les hablaré en visiones
y a los ancianos, en sueños.
18”También en esos tiempos
les daré de mi Espíritu
a los esclavos y a las esclavas,
para que hablen en mi nombre.
19”Daré muestras de mi poder
en el cielo y en la tierra:
habrá sangre, fuego y humo.
20El sol dejará de alumbrar,
y la luna se pondrá roja,
como si estuviera bañada en sangre.
”Esto pasará antes de que llegue
el maravilloso día
en que juzgaré a este mundo.
21Pero yo salvaré a todos
los que me reconozcan como su Dios.”
22»Escúchenme bien, porque voy a hablarles de Jesús, el que vivía en Nazaret. Todos nosotros sabemos que Dios lo envió. También sabemos que Dios le dio grandes poderes, porque lo vimos hacer grandes maravillas y señales.
23»Desde el principio, Dios había decidido que Jesús sufriera, y que fuera entregado a sus enemigos. Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos, para que lo mataran. 24¡Pero Dios hizo que Jesús resucitara! ¡Y es que la muerte no tenía ningún poder sobre él! 25Hace mucho tiempo, el rey David dijo lo siguiente acerca de Jesús:
“Yo siempre te tengo presente;
si tú estás a mi lado,
nada me hará caer.
26Por eso estoy muy contento,
por eso canto de alegría,
por eso vivo confiado.
27”¡Tú no me dejarás morir
ni me abandonarás en el sepulcro,
pues soy tu fiel servidor!
28Tú me enseñaste a vivir
como a ti te gusta.
Contigo a mi lado
soy verdaderamente feliz.”
29»Amigos israelitas, hablemos claro. Cuando David murió, fue enterrado, y todos sabemos dónde está su tumba. 30Y como David era profeta, Dios le prometió que un familiar suyo sería rey de Israel.
31»David sabía que Dios cumpliría su promesa. Por eso dijo que el Mesías no moriría para siempre, sino que resucitaría. 32Todos nosotros somos testigos de que Dios resucitó a Jesús, 33y de que luego lo llevó al cielo y lo sentó a su derecha.
»Dios le dio a Jesús el Espíritu Santo. Y ahora Jesús nos ha dado ese mismo Espíritu, pues nos lo había prometido. ¡Y esto es lo que ustedes están viendo y oyendo!
34»Sabemos que quien subió al cielo no fue David, pues él mismo dice:
“Dios le dijo a mi Señor el Mesías:
‘Siéntate a la derecha de mi trono
35hasta que yo derrote a tus enemigos.’”
36»Israelitas, ustedes tienen que reconocer, de una vez por todas, que a este mismo Jesús, a quien ustedes mataron en una cruz, Dios le ha dado poder y autoridad sobre toda la humanidad.»
37Todos los que oyeron estas palabras se pusieron muy tristes y preocupados. Entonces les preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
—Amigos israelitas, ¿y qué debemos hacer?
38Pedro les contestó:
—Pídanle perdón a Dios, vuelvan a obedecerlo, y dejen que nosotros los bauticemos en el nombre de Jesucristo. Así Dios los perdonará y les dará el Espíritu Santo. 39Esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los que nuestro Dios quiera salvar en otras partes del mundo.
Los primeros cristianos
40Pedro siguió hablando a la gente con mucho entusiasmo. Les dijo: «Sálvense del castigo que les espera a todos los malvados.»
41Ese día, unas tres mil personas creyeron en el mensaje de Pedro. Tan pronto como los apóstoles los bautizaron, todas esas personas se unieron al grupo de los seguidores de Jesús 42y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús, y también celebraban la Cena del Señor y oraban juntos.
43Al ver los milagros y las maravillas que hacían los apóstoles, la gente se quedaba asombrada.
44Los seguidores de Jesús compartían unos con otros lo que tenían. 45Vendían sus propiedades y repartían el dinero entre todos. A cada uno le daban según lo que necesitaba. 46Además, todos los días iban al templo y celebraban la Cena del Señor, y compartían la comida con cariño y alegría. 47Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande.