71¡CUÁN hermosos son tus pies en los calzados,
oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
Obra de mano de excelente maestro.
2Tu ombligo, como una taza redonda,
Que no le falta bebida.
Tu vientre, como montón de trigo,
Cercado de
lirios.
3Tus dos pechos,
como dos cabritos
Mellizos de gama.
4Tu cuello,
como torre de marfil;
Tus ojos, como las pesqueras de
Hesbón junto á la puerta de Bat-rabbim;
Tu nariz, como la torre del Líbano,
Que mira hacia Damasco.
5Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;
Y el cabello de tu cabeza, como la purpura del rey
Ligada en los corredores.
6¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
Oh amor deleitoso!
7Y tu estatura es semejante á la palma,
Y tus pechos á los racimos!
8Yo dije: Subiré á la palma,
Asiré sus ramos:
Y tus pechos serán ahora como racimos de vid,
Y el olor de tu boca como de manzanas;
9Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra á mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de los viejos.
10Yo soy
de mi amado,
Y
conmigo tiene su contentamiento.
11Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
Moremos en las aldeas.
12Levantémonos de mañana á las viñas;
Veamos si
brotan las vides, si se abre el
cierne,
Si han florecido los granados;
Allí te daré mis amores.
13Las mandrágoras
han dado olor,
Y á nuestras puertas
hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas.
Que para ti, oh amado mío, he guardado.
81¡OH quién te me diese como hermano
Que mamó los pechos de mi madre;
De modo que te halle yo fuera, y te bese,
Y no me menosprecien!
2Yo te llevaría, te metiera en casa de mi madre:
Tú me enseñarías,
Y yo te hiciera beber vino
Adobado del mosto de mis
granadas.
3Su izquierda
esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
4Conjúroos,
oh doncellas de Jerusalem,
Que no despertéis, ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
5¿Quién es ésta
que sube del desierto,
Recostada sobre su amado?
Debajo de un manzano te desperté:
Allí tuvo tu madre dolores,
Allí tuvo dolores la que te parió.
6Ponme
como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo:
Porque
fuerte es como la muerte el amor;
Duro como el sepulcro el celo:
Sus brasas, brasas de fuego,
Fuerte llama.
7Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre toda la hacienda de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciaran.
8Tenemos una pequeña hermana,
Que no tiene pechos:
¿Qué haremos á nuestra hermana
Cuando de ella se hablare?
9Si ella es muro,
Edificaremos sobre él un palacio de plata:
Y si fuere puerta,
La guarneceremos con tablas de cedro.
10Yo soy muro, y mis pechos
como torres,
Desde que fuí en sus ojos como la que halla paz.
11Salomón
tuvo una viña en Baal-hamón,
La cual entregó á guardas,
Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.
12Mi viña, que es mía, está delante de mí:
Las mil serán tuyas, oh Salomón,
Y doscientas, de los que guardan su fruto.
13Oh tú la que moras en los huertos,
Los compañeros escuchan tu voz:
Házmela oir.
14Huye, amado mío;
Y
sé semejante al gamo, ó al cervatillo,
Sobre las montañas de los aromas.