131Y EN este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los Galileos, cuya sangre
Pilato había mezclado con sus sacrificios.
2Y respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos Galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los Galileos?
3No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente.
4O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en
Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalem?
5No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo.
6Y dijo esta parábola:
Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no lo halló.
7Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo;
córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?
8El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercole.
9Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
10Y enseñaba en una sinagoga en sábado.
11Y he aquí una mujer que tenía
espíritu de enfermedad dieciocho años, y andaba agobiada, que en ninguna manera se podía enhestar.
12Y como Jesús la vió, llamóla, y díjole: Mujer, libre eres de tu enfermedad.
13Y puso las manos sobre ella; y luego se enderezó, y glorificaba á Dios.
14Y respondiendo
el príncipe de la sinagoga,
enojado de que Jesús hubiese curado en sábado, dijo á la compañía:
Seis días hay en que es necesario obrar: en estos, pues, venid y sed curados, y no en días de sábado.
15Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey ó su asno del pesebre, y lo lleva á beber?
16Y
a esta hija de Abraham, que he aquí
Satanás la había ligado dieciocho años, ¿no convino desatar la de esta ligadura en día de sábado?
17Y diciendo estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios: mas todo el pueblo se gozaba de todas
las cosas gloriosas que eran por él hechas.
18Y dijo:
¿A qué es semejante el reino de Dios, y á qué le compararé?
19Semejante es al grano de la mostaza, que tomándo lo un hombre lo metió en su huerto; y creció, y fué hecho árbol grande, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.
20Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21Semejante es á la levadura,
que tomó una mujer, y la escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
22Y pasaba por todas las ciudades y aldeas, enseñando, y caminando á Jerusalem.
23Y díjole uno: Señor, ¿son
pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24Porfiad
a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25Después que el padre de familia se levantare, y
cerrare la puerta, y comenzareis á estar fuera, y llamar á la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá:
No os conozco de dónde seáis.
26Entonces comenzaréis á decir: Delante de ti
hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;
27Y os dirá: Dígoos que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad.
28Allí
será el llanto y el crujir de dientes,
cuando viereis á Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluídos.
29Y vendrán del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía, y se sentarán á la mesa en el reino de Dios.
30Y he aquí,
son postreros los que eran los primeros; y son primeros los que eran los postreros
31Aquel mismo día llegaron unos de los Fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32Y les dijo: Id, y decid á aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y acabo sanidades hoy y mañana, y al tercer día
soy consumado.
33Empero es menester que
hoy, y mañana, y pasado mañana camine; porque no es posible que profeta muera fuera de Jerusalem.
34¡Jerusalem, Jerusalem!
que matas á los profetas, y apedreas á los que son enviados á ti: ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste!
35He aquí,
os es dejada vuestra casa desierta: y os digo que no me veréis hasta que venga tiempo cuando digáis:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
141Y ACONTECIÓ que entrando en casa de un príncipe de los Fariseos un sábado
a comer pan, ellos le
acechaban.
2Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él.
3Y respondiendo Jesús, habló á los doctores de la ley y á los Fariseos, diciendo:
¿Es lícito sanar en sábado?
4Y ellos callaron. Entonces él tomándole, le sanó, y despidióle.
5Y respondiendo á ellos dijo:
¿El asno ó el buey de cuál de vosotros caerá en algún pozo, y no lo sacará luego en día de sábado?
6Y no le podían replicar á estas cosas.
7Y observando cómo escogían los
primeros asientos á la mesa, propuso una parábola á los convidados, diciéndoles:
8Cuando fueres convidado de alguno á bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honrado que tú esté por él convidado,
9Y viniendo el que te llamó á ti y á él, te diga: Da lugar á éste: y entonces comiences con vergüenza á tener el lugar último.
10Mas
cuando fueres convidado, ve, y siéntate en el postrer lugar; porque cuando viniere el que te llamó, te diga: Amigo, sube arriba: entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se asientan á la mesa.
11Porque cualquiera
que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
12Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida ó cena, no llames á tus amigos, ni á tus hermanos, ni á tus parientes, ni á vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan á convidar, y te sea hecha compensación.
13Mas cuando haces banquete, llama á los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos;
14Y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te
será recompensado en la resurrección
de los justos.
15Y oyendo esto uno de los que juntamente estaban sentados á la mesa, le dijo:
Bienaventurado el que comerá pan en el reino de los cielos.
16El entonces le dijo: Un hombre hizo una grande cena,
y convido á muchos.
17Y á la hora de la cena envió á su siervo á decir á los convidados: Venid, que ya está todo aparejado.
18Y comenzaron todos á una á excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla; te ruego que me des por excusado.
19Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy á probarlos; ruégote que me des por excusado.
20Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
21Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas á su señor. Entonces enojado el padre de la familia, dijo á su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.
22Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aun hay lugar.
23Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérza los á entrar, para que se llene mi casa.
24Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados, gustará mi cena.
25Y muchas gentes iban con él; y volviéndose les dijo:
26Si alguno viene á mí, y no aborrece á su
padre, y madre, y mujer, é hijos, y hermanos, y hermanas, y
aun también su vida, no puede ser mi discípulo.
27Y cualquiera que no trae su cruz,
y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28Porque ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no cuenta primero sentado los gastos, si tiene lo que necesita para acabarla?
29Porque después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vieren, no comiencen á hacer burla de él,
30Diciendo: Este hombre comenzó á edificar, y no pudo acabar.
31¿O cuál rey, habiendo de ir á hacer guerra contra otro rey, sentándose primero no consulta si puede salir al encuentro con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32De otra manera, cuando aun el otro está lejos, le ruega por la paz, enviándo le embajada.
33Así pues, cualquiera de vosotros que
no renuncia á todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.
34Buena es la sal;
mas si aun la sal fuere desvanecida, ¿con qué se adobará?
35Ni para la tierra, ni para el muladar es buena; fuera la arrojan. Quien tiene oídos para oir, oiga.
151Y SE llegaban á él todos
los publicanos y pecadores á oirle.
2Y
murmuraban los Fariseos y los escribas, diciendo: Este á los pecadores recibe, y con ellos come.
3Y él les propuso esta parábola, diciendo:
4¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas,
si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y
va á la que se perdió, hasta que la halle?
5Y hallada,
la pone sobre sus hombros gozoso:
6Y viniendo á casa, junta á los amigos y á los vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido.
7Os digo, que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento.
8¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil, y barre la casa, y busca con diligencia hasta hallarla?
9Y cuando la hubiere hallado, junta las amigas y las vecinas, diciendo: Dadme el parabién, porque he hallado la dracma que había perdido.
10Así os digo que hay gozo delante de
los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
11Y dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12Y el menor de ellos dijo á su padre: Padre, dame la
parte de la hacienda que me pertenece: y les repartió la hacienda.
13Y no muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, partió lejos á una provincia apartada; y allí desperdició su hacienda viviendo perdidamente.
14Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una grande hambre en aquella provincia, y comenzóle á faltar.
15Y fué y se llegó á uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió á su hacienda para que apacentase los puercos.
16Y deseaba henchir su vientre de las algarrobas que comían los puercos; mas nadie se las daba.
17Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18Me levantaré, é iré á mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
19Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como á uno de tus jornaleros.
20Y levantándose, vino á su padre. Y como aun estuviese lejos, viólo su padre, y fué movido á misericordia, y
corrió, y echóse sobre su cuello, y besóle.
21Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo,
y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22Mas el padre dijo á sus siervos: Sacad
el principal vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y zapatos en sus pies.
23Y traed el becerro grueso, y matadlo, y comamos, y hagamos fiesta:
24Porque
este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado. Y comenzaron á regocijarse.
25Y su hijo el mayor estaba en el campo; el cual como vino, y llegó cerca de casa, oyó la sinfonía y las danzas;
26Y llamando á uno de los criados, preguntóle qué era aquello.
27Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha muerto el becerro grueso, por haberle recibido salvo.
28Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29Mas él respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años te sirvo, no habiendo traspasado jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos:
30Mas cuando vino éste tu hijo, que ha consumido tu hacienda con rameras, has matado para él el becerro grueso.
31El entonces le dijo: Hijo,
tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32Mas era menester hacer fiesta y holgar nos, porque este tu hermano muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado.