121EN esto, juntándose muchas gentes, tanto que unos á otros se hollaban, comenzó á decir á sus discípulos, primeramente:
Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es
hipocresía.
2Porque nada hay encubierto,
que no haya de ser descubierto; ni oculto, que no haya de ser sabido.
3Por tanto, las cosas que dijisteis en tinieblas, á la luz serán oídas; y lo que hablasteis al oído en las cámaras, será pregonado en los terrados.
4Mas os digo,
amigos míos: No temáis de los que matan el cuerpo, y después no tienen más que hacer.
5Mas os enseñaré á quién temáis: temed á aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en la Gehenna: así os digo: á éste temed.
6¿No se venden
cinco pajarillos por dos blancas? pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
7Y aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis pues: de más estima sois que muchos pajarillos.
8Y os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de
los ángeles de Dios;
9Mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
10Y todo aquel
que dice palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; mas al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
11Y cuando os trajeren
a las sinagogas, y á los magistrados y potestades, no estéis solícitos cómo ó qué hayáis de responder, ó qué hayáis de decir;
12Porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que será necesario decir.
13Y díjole uno de la compañía: Maestro, di á mi hermano que parta conmigo la herencia.
14Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez ó partidor sobre vosotros?
15Y díjoles:
Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
16Y refirióles una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había llevado mucho;
17Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré, porque no tengo donde juntar mis frutos?
18Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes;
19Y diré á mi alma:
Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate.
20Y díjole Dios: Necio,
esta noche vuelven á pedir tu alma; y
lo que has prevenido, ¿de quién será?
21Así es el que
hace para sí tesoro, y
no es rico en Dios.
22Y dijo á sus discípulos: Por tanto os digo:
No estéis afanosos de vuestra vida, qué comeréis; ni del cuerpo, qué vestiréis.
23La vida más es que la comida, y el cuerpo que el vestido.
24Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen cillero, ni alfolí; y Dios los alimenta. ¿Cuánto de más estima sois vosotros que las aves?
25¿Y quién de vosotros podrá con afán añadir á su estatura un codo?
26Pues si no podéis aun lo que es menos, ¿para qué estaréis afanosos de lo demás?
27Considerad los lirios, cómo crecen: no labran, ni hilan; y os digo, que ni Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
28Y si así viste Dios á la hierba, que hoy está en el campo, y mañana es echada en el horno; ¿cuánto más á vosotros, hombres de poca fe?
29Vosotros, pues, no procuréis qué hayáis de comer, ó qué hayáis de beber: ni estéis en ansiosa perplejidad.
30Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; que vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.
31Mas procurad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
32No temáis,
manada pequeña; porque al Padre ha placido daros
el reino.
33Vended lo que poseéis,
y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen,
tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe.
34Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
35Estén ceñidos vuestros lomos,
y vuestras antorchas encendidas;
36Y vosotros semejantes á hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere y llamare, luego le abran.
37Bienaventurados
aquellos siervos, á los cuales cuando el Señor viniere, hallare
velando: de cierto os digo, que
se ceñirá, y
hará que se sienten á la mesa, y pasando les servirá.
38Y aunque venga á la
segunda vigilia, y aunque venga á la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son los tales siervos.
39Esto empero sabed,
que si supiese el padre de familia á qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
40Vosotros pues también, estad apercibidos;
porque á la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá.
41Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola á nosotros, ó también á todos?
42Y dijo el Señor: ¿Quién es el
mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que á tiempo les dé su ración?
43Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando el señor viniere, hallare haciendo así.
44En verdad os digo, que él le pondrá sobre todos sus bienes.
45Mas si el tal siervo
dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir: y comenzare á herir á los siervos y á las criadas, y á comer y á beber y á embriagarse;
46Vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y á la hora que no sabe, y le apartará, y pondrá su
parte con los infieles.
47Porque el siervo que entendió la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme á su voluntad, será azotado mucho.
48Mas el que no entendió, é hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco:
porque á cualquiera que fué dado mucho, mucho será vuelto á demandar de él; y al que encomendaron mucho, más le será pedido.
49
Fuego vine á meter en la tierra: ¿y qué quiero, si ya está encendido?
50Empero
de bautismo me es necesario ser bautizado: y
¡cómo me
angustio hasta que sea cumplido!
51¿Pensáis
que he venido á la tierra á dar paz? No, os digo; mas disensión.
52Porque estarán de aquí adelante cinco en una casa divididos; tres contra dos, y dos contra tres.
53El padre estará dividido contra el hijo, y
el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54Y decía también á las gentes:
Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así.
55Y cuando sopla el austro, decís: Habrá calor; y lo hay.
56¡Hipócritas! Sabéis examinar la faz del cielo y de la tierra; ¿y cómo no reconocéis este tiempo?
57¿Y por qué aun de vosotros mismos no juzgáis lo que es justo?
58Pues
cuando vas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; porque no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59Te digo que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta el último
maravedí.
131Y EN este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los Galileos, cuya sangre
Pilato había mezclado con sus sacrificios.
2Y respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos Galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores que todos los Galileos?
3No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente.
4O aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en
Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalem?
5No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo.
6Y dijo esta parábola:
Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no lo halló.
7Y dijo al viñero: He aquí tres años ha que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo;
córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?
8El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y estercole.
9Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
10Y enseñaba en una sinagoga en sábado.
11Y he aquí una mujer que tenía
espíritu de enfermedad dieciocho años, y andaba agobiada, que en ninguna manera se podía enhestar.
12Y como Jesús la vió, llamóla, y díjole: Mujer, libre eres de tu enfermedad.
13Y puso las manos sobre ella; y luego se enderezó, y glorificaba á Dios.
14Y respondiendo
el príncipe de la sinagoga,
enojado de que Jesús hubiese curado en sábado, dijo á la compañía:
Seis días hay en que es necesario obrar: en estos, pues, venid y sed curados, y no en días de sábado.
15Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócrita,
cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey ó su asno del pesebre, y lo lleva á beber?
16Y
a esta hija de Abraham, que he aquí
Satanás la había ligado dieciocho años, ¿no convino desatar la de esta ligadura en día de sábado?
17Y diciendo estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios: mas todo el pueblo se gozaba de todas
las cosas gloriosas que eran por él hechas.
18Y dijo:
¿A qué es semejante el reino de Dios, y á qué le compararé?
19Semejante es al grano de la mostaza, que tomándo lo un hombre lo metió en su huerto; y creció, y fué hecho árbol grande, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas.
20Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21Semejante es á la levadura,
que tomó una mujer, y la escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
22Y pasaba por todas las ciudades y aldeas, enseñando, y caminando á Jerusalem.
23Y díjole uno: Señor, ¿son
pocos los que se salvan? Y él les dijo:
24Porfiad
a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
25Después que el padre de familia se levantare, y
cerrare la puerta, y comenzareis á estar fuera, y llamar á la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá:
No os conozco de dónde seáis.
26Entonces comenzaréis á decir: Delante de ti
hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;
27Y os dirá: Dígoos que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad.
28Allí
será el llanto y el crujir de dientes,
cuando viereis á Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluídos.
29Y vendrán del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía, y se sentarán á la mesa en el reino de Dios.
30Y he aquí,
son postreros los que eran los primeros; y son primeros los que eran los postreros
31Aquel mismo día llegaron unos de los Fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32Y les dijo: Id, y decid á aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y acabo sanidades hoy y mañana, y al tercer día
soy consumado.
33Empero es menester que
hoy, y mañana, y pasado mañana camine; porque no es posible que profeta muera fuera de Jerusalem.
34¡Jerusalem, Jerusalem!
que matas á los profetas, y apedreas á los que son enviados á ti: ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste!
35He aquí,
os es dejada vuestra casa desierta: y os digo que no me veréis hasta que venga tiempo cuando digáis:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
141Y ACONTECIÓ que entrando en casa de un príncipe de los Fariseos un sábado
a comer pan, ellos le
acechaban.
2Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él.
3Y respondiendo Jesús, habló á los doctores de la ley y á los Fariseos, diciendo:
¿Es lícito sanar en sábado?
4Y ellos callaron. Entonces él tomándole, le sanó, y despidióle.
5Y respondiendo á ellos dijo:
¿El asno ó el buey de cuál de vosotros caerá en algún pozo, y no lo sacará luego en día de sábado?
6Y no le podían replicar á estas cosas.
7Y observando cómo escogían los
primeros asientos á la mesa, propuso una parábola á los convidados, diciéndoles:
8Cuando fueres convidado de alguno á bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honrado que tú esté por él convidado,
9Y viniendo el que te llamó á ti y á él, te diga: Da lugar á éste: y entonces comiences con vergüenza á tener el lugar último.
10Mas
cuando fueres convidado, ve, y siéntate en el postrer lugar; porque cuando viniere el que te llamó, te diga: Amigo, sube arriba: entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se asientan á la mesa.
11Porque cualquiera
que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
12Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida ó cena, no llames á tus amigos, ni á tus hermanos, ni á tus parientes, ni á vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan á convidar, y te sea hecha compensación.
13Mas cuando haces banquete, llama á los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos;
14Y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te
será recompensado en la resurrección
de los justos.
15Y oyendo esto uno de los que juntamente estaban sentados á la mesa, le dijo:
Bienaventurado el que comerá pan en el reino de los cielos.
16El entonces le dijo: Un hombre hizo una grande cena,
y convido á muchos.
17Y á la hora de la cena envió á su siervo á decir á los convidados: Venid, que ya está todo aparejado.
18Y comenzaron todos á una á excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla; te ruego que me des por excusado.
19Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy á probarlos; ruégote que me des por excusado.
20Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
21Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas á su señor. Entonces enojado el padre de la familia, dijo á su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.
22Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aun hay lugar.
23Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérza los á entrar, para que se llene mi casa.
24Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados, gustará mi cena.
25Y muchas gentes iban con él; y volviéndose les dijo:
26Si alguno viene á mí, y no aborrece á su
padre, y madre, y mujer, é hijos, y hermanos, y hermanas, y
aun también su vida, no puede ser mi discípulo.
27Y cualquiera que no trae su cruz,
y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28Porque ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no cuenta primero sentado los gastos, si tiene lo que necesita para acabarla?
29Porque después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vieren, no comiencen á hacer burla de él,
30Diciendo: Este hombre comenzó á edificar, y no pudo acabar.
31¿O cuál rey, habiendo de ir á hacer guerra contra otro rey, sentándose primero no consulta si puede salir al encuentro con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32De otra manera, cuando aun el otro está lejos, le ruega por la paz, enviándo le embajada.
33Así pues, cualquiera de vosotros que
no renuncia á todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.
34Buena es la sal;
mas si aun la sal fuere desvanecida, ¿con qué se adobará?
35Ni para la tierra, ni para el muladar es buena; fuera la arrojan. Quien tiene oídos para oir, oiga.