101LAS moscas muertas hacen heder y dar mal olor el perfume del perfumista:
así una pequeña locura, al estimado por sabiduría y honra.
2El corazón del sabio está á su mano derecha; mas el corazón del necio á su mano izquierda.
3Y aun mientras va el necio por el camino, fálta le, su cordura, y
dice á todos, que es necio.
4Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti,
no dejes tu lugar;
porque la lenidad hará cesar grandes ofensas.
5Hay un mal que debajo del sol he visto, á manera de error emanado del príncipe:
6
La necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.
7Vi
siervos en caballos, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
8
El que hiciere el hoyo caerá en él; y el que aportillare el vallado, morderále la serpiente.
9El que mudare las piedras, trabajo tendrá en ellas:
el que cortare la leña, en ella peligrará.
10Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza: empero excede la bondad de la sabiduría.
11Muerde
la serpiente cuando no está encantada, y el lenguaraz no es mejor.
12Las
palabras de la boca del sabio son gracia; mas los labios del necio causan su propia ruina.
13El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin de su charla nocivo desvarío.
14
El necio multiplica palabras: no sabe hombre lo que ha de ser;
¿y quién le hará saber lo que después de él será?
15El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por dónde ir á la ciudad.
16
¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes
comen de mañana!
17¡Bienaventurada, tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y
tus príncipes comen á su hora, por refección, y no por el beber!
18Por la pereza se cae la techumbre, y por flojedad de manos se llueve la casa.
19Por el placer se hace el convite,
y el vino alegra los vivos: y el dinero responde á todo.
20
Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en los secretos de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.
111ECHA
tu pan sobre las aguas; que después de muchos días lo hallarás.
2
Reparte á siete, y aun á ocho:
porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
3Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán: y si el árbol cayere al mediodía, ó al norte, al lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4El que al viento mira, no sembrará; y el que mira á las nubes, no segará.
5Como
tú no sabes cuál es el camino del viento, ó
como se crían los huesos en el vientre de la mujer preñada, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6Por la mañana siembra tu simiente, y á la tarde no dejes reposar tu mano: porque tú no sabes cuál es lo mejor, si esto ó lo otro, ó si ambas á dos cosas son buenas.
7Suave ciertamente es la luz, y agradable á los ojos ver el sol:
8Mas si el hombre viviere muchos años, y en todos ellos hubiere gozado alegría; si después trajere á la memoria
los días de las tinieblas, que serán muchos, todo lo que le habrá pasado, dirá haber sido vanidad.
9Alégrate, mancebo, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y
anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos:
mas sabe, que sobre todas estas cosas
te traerá Dios á juicio.
10Quita pues el enojo de tu corazón, y
aparta el mal de tu carne: porque la mocedad y la juventud son vanidad.
121Y ACUÉRDATE de tu Criador
en los días de tu juventud,
antes que vengan los malos días, y lleguen los años,
de los cuales digas, No tengo en ellos contentamiento;
2Antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y las nubes se tornen tras la lluvia:
3Cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas, porque han disminuído, y se oscurecerán los que miran por las ventanas;
4Y las puertas de afuera se cerrarán, por la bajeza de la voz de la muela; y levantaráse á la voz del ave, y todas las hijas de canción serán humilladas;
5Cuando también temerán de lo alto, y los tropezones en el camino; y florecerá el almendro, y se agravará la langosta, y perderáse el apetito: porque el hombre va á
la casa de su siglo,
y los endechadores andarán en derredor por la plaza:
6Antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto á la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo;
7
Y el polvo se torne á la tierra, como era, y el espíritu se vuelva á Dios
que lo dió.
8Vanidad de vanidades,
dijo el
Predicador, todo vanidad.
9Y cuanto más sabio fué el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; é hizo escuchar, é hizo escudriñar,
y compuso muchos proverbios.
10Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escritura recta, palabras de verdad.
11Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados, las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
12Ahora, hijo mío, á más de esto, sé avisado. No hay fin de hacer muchos libros; y el
mucho estudio aflicción es de la carne.
13El fin de todo el discurso oído es este:
Teme á Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
14Porque
Dios traerá toda obra á juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena ó mala.