Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. 2Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. Debe estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa; debe ser apto para enseñar; 3no debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico y desinteresado en cuanto al dinero. 4Debe saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y de conducta digna; 5porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? 6Por lo tanto, el dirigente no debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo. 7También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo.
Cómo deben ser los diáconos
8Asimismo, los diáconos deben ser hombres respetables, que nunca falten a su palabra ni sean dados a emborracharse ni a desear ganancias mal habidas. 9Deben apegarse a la verdad revelada en la cual creemos, y vivir con conciencia limpia. 10Primero deben pasar un período de prueba, y después, si no hay nada en contra de ellos, podrán servir como diáconos. 11Igualmente, las mujeres deben ser respetables, no chismosas, serias y fieles en todo. 12Un diácono debe ser esposo de una sola mujer, y saber gobernar bien a sus hijos y su propia casa. 13Porque los diáconos que realizan bien su trabajo, se hacen dignos de un lugar de honor, y podrán gozar de gran tranquilidad gracias a su fe en Cristo Jesús.
La verdad revelada de nuestra religión
14Espero ir pronto a verte; pero te escribo esto 15para que, si me retraso, sepas cómo debe portarse uno en la familia de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, la cual sostiene y defiende la verdad. 16No hay duda de que la verdad revelada de nuestra religión es algo muy grande: